El Familiar.
Son muchas las familias que dependen de los establecimientos fabriles que se encuentran en medio del campo, esta es una de las razones por las que se formaron pueblos completos alrededor de los ingenios, en especial en el Norte Argentino.
Y pocas industrias tienen al aura de leyenda que rodea a estas corporaciones productoras de azúcar.
Tabacal en Salta, La Esperanza en Jujuy, y las decenas de ingenios tucumanos aglomeraron miles de personas en sus épocas de oro, y como cualquier fábrica, había épocas flojas para la caña de azúcar. Así cuenta la leyenda que los dueños hacían un pacto con el mismo demonio, para poder salir del pozo económico.
El intercambio era un tanto tenebroso: el Familiar, así llamado, tenía el permiso para devorar algún peón a cambio de un año próspero.
El fabuloso ser, descripto, la mayoría de las veces, como un enorme perro negro, vagaba entre los cañaverales a la búsqueda de su próxima víctima. Algunos testigos aseguran que el enorme demonio arrastraba una pesada cadena, otros juran que no tenía cabeza.
Los más atrevidos aseguran que el Familiar dormía en los sótanos del mismo ingenio, hasta que era soltado por el dueño, para cobrarse el pago anual pactado.
No conocemos paisanos que hayan podido contar un encuentro con el Familiar, y poco se sabe de cómo enfrentarlo, o escaparle, pero indudablemente el remedio más efectivo para este tipo de situación, es una profunda fe, un Rosario o un Crucifijo bendecidos, y todo acompañado por una enorme cuota de coraje.
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